Cuando he vuelto a leer este pequeño articulo sobre la Fuerza de la Felicidad he sentido que tenia que compartir con todos ustedes.

Los seres humanos estamos muy perdidos con nuestras actividades, con la ilusión y el «marketing» que la felicidad es algo muy distinto de la realidad que nos están y han «vendido». En realidad es todo mucho más sencillo, no obstante hay que trabajar en cambiar nuestras creencias y vivir con lo que en este momento tenemos. Llegar a nuestro verdadero talento, parte de estar viviendo esa Felicidad en cada segundo de nuestras vidas.

¿Has visto algún niño que cuando esta feliz no lo enseñe naturalmente?

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«Yo solía pensar que la energía más poderosa del mundo es el amor. Había muchas razones para esto, cómo el amor lo cambia todo. El amor es el aspecto creativo de la creación, es la energía que fluye a través de todos nosotros, es la vida. El amor de la energía creativa del universo nos creó, nos sostiene, nos renueva. Después de experimentar verdadera felicidad, ahora creo que hay una fuerza más poderosa, LA FUERZA DE LA FELICIDAD.

Si el amor es la causa, la felicidad es el efecto. La felicidad es el resultado final de amarnos a nosotros mismos incondicionalmente. La felicidad es el resultado de amar nuestras vidas, no sólo los acontecimientos agradables, sino también las cosas desagradables. La felicidad no es sólo obtener lo que queremos, es el querer lo que tenemos. Creo que la felicidad en nuestra esencia verdadera, el problema es que nos distraemos con facilidad por el miedo, el enojo, la culpa, las emociones de vergüenza y otros y pensamientos negativos. Si somos capaces de dejar de lado estas experiencias negativas nos podremos volver a conectar con el núcleo de nuestra felicidad.

La felicidad es un concepto experiencial. No es algo a intelectualizar, no es algo que tú puedes «fingir hasta que lo logras.» Te sientes feliz o no. Una vez que sientas la felicidad, ya sabes lo que es y puedes volver a ese estado aquietando tu mente. Eso no significa necesariamente que tienes que meditar o estar completamente inconsciente, pero sí significa que tienes que centrarte en el sentimiento de felicidad en lugar de todas las demás distracciones.

Creo que los niños son naturalmente felices. Cuando confiamos en que vamos a ser atendidos y creemos que somos amados, entonces nos sentimos felices. Este es nuestro estado natural de ser. En algún momento la mayoría de nosotros experimenta un trauma en nuestras vidas en forma de maltrato que nos distrae de nuestro estado natural de felicidad. Creamos mecanismos de defensa para evitar el trauma más, sin embargo, estos mecanismos de defensa también nos distraen de nuestro estado natural de felicidad. Tenemos miedo de los demás, suprimimos la ira y la culpa, negamos nuestros sentimientos, y nos sentimos indignos o no merecedores.

Hay un camino de regreso a nuestro estado natural de felicidad. Se requiere confianza y la fe de que no somos víctimas y que el Divino Creador sabía lo que estaba haciendo cuando nos creó. En primer lugar, tenemos que amarnos a nosotros mismos. Es imposible sentir la felicidad si no amamos a nuestras vidas y a nosotros mismos. Si amamos a nuestras vidas y a nosotros mismos, aceptamos que todo estará bien y recuerdas que todo cambia con el tiempo. Si no estamos experimentando el placer en un momento dado, no estaremos preocupados porque sabemos que va a cambiar. De esta forma podemos empezar a bajar al estado natural subyacente de felicidad.

Nuestra vida puede ser difícil o desafiante en este momento. Somos plenamente conscientes de que los retos son difíciles y no podemos saber cómo saldrán las cosas. Si estamos en un estado de negación, pasamos por alto las lecciones que hemos venido a aprender mediante la creación de nuestros desafíos, mientras que si estamos felices, se asumen plenamente los retos como los peldaños de la escalera a la iluminación y éxito. Llegamos a ser felices por nosotros mismos, no importa lo que suceda y nuestras circunstancias son irrelevantes.

El mayor obstáculo a la felicidad es la ilusión de que si no estamos consiguiendo lo que queremos, entonces no podemos ser felices. Todos fuimos programados desde el nacimiento con las creencias de nuestros padres, maestros y compañeros con respecto a lo que queremos en la vida. Si no conseguimos lo que queremos, estamos programados para sufrir. Debemos dejar de lado esta programación y entender que la felicidad surge cuando se acepta que lo que está sucediendo es para nuestro mayor bien. Podemos estar contentos de que tenemos problemas porque nos hacen fuertes y nos permiten avanzar hacia un nivel mayor y mejor.

Encontrar la felicidad requiere de uno cavar muy profundo en las creencias fundamentales y las ilusiones que nos atan, no importa lo que pase. Esa es la verdadera naturaleza de un camino espiritual. La felicidad es el objetivo que todos buscamos. Una vez que lo encontramos, es fácil de conservar. Podemos ser rechazados, abandonados o abusados, y nos damos cuenta de cuán artificial e ilusorios son esos conceptos. La felicidad es lo que todos queremos. Cuando nos damos cuenta de que todo lo que se necesita es el amor a sí mismo, no necesitamos las casas, autos, cuentas bancarias o compañeros del alma para ser felices. Dejamos de sufrir y empezamos a disfrutar de la vida. Estoy empezando a creer que la iluminación es la conexión con este estado de ser.

Cuando somos felices estamos conectados con nuestro yo superior y nuestra divinidad. Cuando nos desconectamos de nuestro ser superior y de la divinidad somos infelices. Esta es la prueba de fuego fácil y sencilla de nuestra conexión con Dios. Me gusta imaginar que cuando estamos en nuestros corazones, estamos felices. Cuando estamos en la cabeza, a menudo no lo somos. Así que cuando la gente dice que el viaje más largo es de la cabeza a nuestros corazones, lo que están diciendo en realidad es que el viaje más largo es del sufrimiento a la felicidad. Sin embargo, aunque el viaje puede parecer largo, es fácil. Todo lo que tenemos que hacer es permitirnos ser felices, amarnos a nosotros mismos incondicionalmente y detener las cosas sin sentido en nuestras cabezas.»


James Robinson

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