La vida es tan hermosamente espontanea que nos deleita con los eventos más exquisitos cuando menos esperamos.

Cuando no estamos preparados para verlo o ni imaginábamos que podía suceder.

Un artista callejero, una sonrisa de un niño, un perrito que nos saluda, alguien pidiendo comida en la calle.

En cada acto espontaneo hay una apretura total para ser vivida ese momento de vida.

Muchas veces lo rechazamos, porque ni estamos ahí, navegamos en el que hacer o por el ya hecho.

Perdemos maravillosas oportunidades que la vida nos concede para conocernos para encontrarnos en ese momento que surge exclusivamente para nosotros. Es una celebración.

Me da risa como he buscado todo eso en el exterior, en fiestas, en reconocimiento, en la forma de vestir, de estar, de llamar a la atención, de buscar y buscar aprobación de todos y de nadie.

No comprendía que la vida ya me aprobaba, ya me aceptaba de una forma tan sencilla.

Incluso ahora el mar hace su presencia aquí, en estas palabras, con pequeñas salpicaduras de una ola audaz y viva.

No hay nada que pare, para que lo vea que todo está vivo para mi.

Esa exclusividad de la vida en cada momento la perdemos muchas veces por el miedo a no ser perfectos en este momento. Ese mismo miedo que nos impide ver lo que siempre ha sido perfecto, único y exclusivo.

Creo que puedo poner en riesgo ahora las tantas «exclusividades» que nos venden en cada instante.

Cuando vivimos cada uno en nuestras vidas se «termina» el «negocio» para muchos. No deja de ser solo un negocio, igual ahí, en esa comprensión, vemos simplemente que estamos a aprender a Amar.

Y ahora de nuevo me muevo hacia el infinito no vaya el mar querer llevarme a conocer la profundidad del océano.

Me dejo ir totalmente hacia ahí, en esa profundidad exclusiva y única, aunque el agua ahora mismo este un poco fría.

 

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