En algunos momentos, como seres humanos, caminamos sobre expectativas, cargados de ideas de como van ser los momentos. Los preparamos a rigor, nos vestimos de ideas, nos calzamos de defensas y de respuestas a lo que se pueda presentar.

Curiosamente la vida en ese mismo camino, antes de la llegada, nos va mostrando como de diverso y único es cada momento. Nos va sorprendiendo con cada propuesta, con cada actividad, con cada encuentro y aun así seguimos no poniendo la atención en ese precioso momento, nuestra mente sigue enfocada en llegar, sigue atada al resultado que se va producir.

Llegar a un instituto es todo un descubrimiento, el movimiento, colores, niños, jóvenes  mayores, razas, modas, todo mezclado, separado y en esa total separación hay una unión en un solo momento. Se nos paramos apenas a observar todo se presenta intenso, hay tensión, hay risas, hay tristeza, hay preocupación, felicidad, libertad y sentido de estar. Pero en todos apenas el mismo deseo, el mismo objetivo, el mismo sentido, ser felices.

En cada mirada encuentro a un ser hermoso, lleno de vida en sus ojos, curioso de lo que se dirá, de lo que va suceder, de donde estamos, porque estoy aquí, que quiere este tipo que está aquí delante de nosotros.

Las palabras dejan de tener sentido cuando me abro a sentir lo que está delante mio, lo que ahora es, todas esas caras de expectativa, de aburrimiento, atentas, distraídas, hartas, alegres, ansiosas, calmadas, divertidas, woww es un tremendo color, un color único lleno de diversidad.

Me abro a sentir y lo que expreso deja de tener cualquier importancia, deja de incluso tener sentido, no hay una guía, no hay un motivo, apenas el sentir de ese momento, de lo que veo de lo que llega, de la interacción, de las dinámicas que provocan risas, miedos, dudas, la provocación es constante.

Cada pregunta, cada intervención es una total apertura al fresco momento, a una nueva perspectiva  a algo que apenas puede ser visto en ese instante, aunque que no nos damos cuenta, ahí existe el milagro del sentir, del ahora, ese milagro que solo en ese preciso momento todo es posible. No hay preguntas malas ni equivocadas, todas ellas crean la intensidad, provocan la introspección, nos llevan a cerrar, a abrirnos, a dudar, a encontrar una respuesta, a quebrar un paradigma, a liberar una creencia, a crear, a mantener la opinión.

Cada encuentro en el instituto Giner de los Ríos fue un reencuentro conmigo mismo, en cada mirada de un joven via mi misma mirada, en cada pregunta encontraba mis insistentes preguntas, en cada rebeldía encontraba mi inconformismo.

Al final, abrazando toda la diversidad, apenas soy uno más entre todos y el Amor surge, el Amor muestra que no hay nada de diferente en mi que no encuentre en los demás.

Gracias de todo el corazón a Carlos y a los profesores que han apostado en estés encuentros y en especial a todos (bastantes) los chicos que se han acercado apenas a estar, escuchar, sentir y enseñarme a Amar.

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